El término vestíbulo se refiere al vestíbulo de los hoteles y edificios parlamentarios. A partir de esto, se desarrolló el término lobby para la representación de los intereses de ciertos grupos, especialmente en la política, con el fin de influir en las decisiones y las leyes.
Los lobistas tratan de hacer valer los intereses de un determinado grupo (lobby) con la ayuda de contactos personales con los políticos y otros responsables de la toma de decisiones. Ejemplos bien conocidos son el lobby del automóvil en Alemania o el de las armas en Estados Unidos. Este último, por ejemplo, no es tacaño con las donaciones de campaña para los políticos que tratan de imponer sus intereses en el Senado o el Congreso. Paralelamente, los grupos de presión utilizan los medios de comunicación para las relaciones públicas con el fin de influir en la opinión pública a su favor. Básicamente, sin embargo, se puede decir que el lobby es muy controvertido.
Pro lobby
Los defensores argumentan que el lobby ha sido una parte esencial de los procesos democráticos durante décadas y que su imagen ante la opinión pública a menudo está formada sólo por prejuicios e ignorancia. Según ellos, los políticos, por ejemplo, se basan en la información de los expertos de las empresas y el mundo académico para saber cómo afectarán sus decisiones y a quiénes afectarán. Las empresas, industrias y otras organizaciones suelen dedicarse a un tema concreto desde hace mucho tiempo y, por lo tanto, disponen de un acervo de información que no tienen los diputados, los miembros de las comisiones o los ministros.
Las ONG, así como las asociaciones ecologistas y sociales, tratan de hacer valer sus intereses en la política y la sociedad sin querer lucrarse.
Contra el lobby
Los opositores afirman que los grupos de presión sólo tienen en mente su propio beneficio cuando quieren influir en la política y les importa poco el bienestar del resto de la sociedad. Además, en su opinión, los grupos de presión influenciados por la economía disponen de grandes recursos financieros para hacer lobby, que las ONG, por ejemplo, no tienen, lo que conduce a un desequilibrio.
También critican que los políticos a menudo asumen puestos lucrativos en las empresas después de su carrera en el parlamento o el gobierno, y nadie sabe exactamente si aportan habilidades para el trabajo y cuáles son. Ejemplos conocidos en Alemania son el ex canciller Gerhard Schröder (para la empresa energética rusa Gazprom), el ex primer ministro de Hesse Roland Koch (para la empresa constructora Bilfinger Berger) y el ex jefe de la Cancillería Roland Pofalla (para Deutsche Bahn).
Poca transparencia
En Alemania, hay poca transparencia sobre quién hace lobby para quién. Existe una lista de grupos de presión del Bundestag alemán, pero la inscripción en ella es voluntaria y sólo se refiere a las asociaciones. Por ello, organizaciones como el Consejo Alemán de Relaciones Públicas o la Sociedad Alemana de Asesoría Política reclaman un registro obligatorio de lobbies que publique también qué lobby ha participado en qué legislación. En países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Austria y Polonia, estos registros existen desde hace tiempo.