Qué son las estrellas fugaces y cómo verlas

Las estrellas fugaces son, sin duda, uno de los espectáculos más fascinantes que puede ofrecernos el cielo nocturno. Un fenómeno que vuelve a sorprendernos cíclicamente, haciéndonos levantar la vista al cielo varias veces al año. Este fenómeno se produce cada vez que la Tierra atraviesa densos enjambres de desechos rocosos y helados dispersos por nuestro sistema solar. La particular luminosidad realiza entonces el resto de la magia, experimentada por la mayoría durante el verano, en la noche de San Lorenzo. Esta es, sin duda, la época más propicia, pero también es posible admirarlas durante otras estaciones.

Por supuesto, no siempre es fácil: el tiempo debe ser favorable, y hay que buscar un lugar poco iluminado, lejos de la contaminación lumínica de las ciudades. Ansiosos por encontrar la oportunidad adecuada para ver la próxima lluvia de estrellas, descubriremos todo lo que hay que saber para "aprovechar el día" más adelante.

Qué son las estrellas fugaces

La peculiar visibilidad de las estrellas fugaces se debe principalmente a su brillo, que indica su proximidad a la atmósfera de nuestro planeta. En realidad, es un error hablar de estrellas fugaces: lo que llamamos con esa descripción onírica son, en realidad, enjambres de escombros que vagan por el espacio y que, al entrar en contacto con la atmósfera terrestre, se sobrecalientan y arden al atravesarla. Crean una radiación visible que aparece a los espectadores en la Tierra como magníficas estelas de luz.

En realidad no se estrellan contra el suelo, ni siquiera lo tocan, sino que se parecen más a fragmentos de meteoritos, no en vano llamados meteoritos, que se hacen visibles a simple vista cuando entran en contacto con la órbita terrestre. Su proximidad al Sol y la fricción provocada por este contacto desencadenan un aumento de la temperatura que puede superar los 1600 grados centígrados. En el momento en que se vuelven luminiscentes, las estrellas agotan todos los elementos que las componen, como el hielo, el dióxido de carbono y el metano. Por eso sólo podemos verlos brillar durante unos segundos, dependiendo del tamaño de los desechos espaciales.

Los desechos espaciales también suelen ser transportados por cometas y, como ya se ha dicho, pueden ser tan grandes como piedras o, mucho más a menudo, como granos de arena. Procede de fragmentos de cometas, asteroides u otros cuerpos celestes. Si son pequeños, como es el caso de las estrellas fugaces, la comunidad científica los llama meteoroides cuando viajan por el espacio, meteoros cuando entran en la atmósfera terrestre y, finalmente, meteoritos cuando tocan la Tierra. Los globos también pueden observarse ocasionalmente, sobre todo cuando la estela de luz que generan es mucho más intensa que la de otras estrellas. Cuidado, sin embargo, con no confundirlos con los mucho más peligrosos asteroides, que tienen un impacto potencialmente catastrófico en el equilibrio de nuestro planeta.

La magia de los meteoros

Cuando vemos estrellas fugaces marcando el cielo, en realidad estamos observando un meteoro que, a una altísima velocidad de 215 mil kilómetros por hora, está realizando su efímero descenso. Según el tipo de enjambre y la dirección de su órbita, las estrellas fugaces pueden desplazarse entre 10 y 7 kilómetros por segundo, calentándose durante breves momentos. El proceso que se produce cuando los restos se calientan al entrar en contacto con la órbita terrestre es el de la sublimación, mientras que luego siguen ardiendo debido a la fricción creada, siguiendo el principio de ablación. En este punto, el meteoro está completamente envuelto por gases ionizados que forman una cola muy larga compuesta por plasma.

El color de esta cola puede variar en función de la composición química del fragmento de roca que se sublima, que obviamente se caracteriza por diferentes elementos. Si miramos hacia arriba, veremos tonos amarillos si el hierro es el componente principal, toques de amarillo-naranja si es el sodio, tonos de verde-azul para el magnesio, y un rojo intenso cuando el nitrógeno y el oxígeno son los elementos principales de la basura espacial. Parece indiscutible que hablar de magia no es una exageración para lo que es uno de los espectáculos naturales más bellos que ofrece el cielo. Y si te fijas bien, verás una explosión de colores que no te puedes perder. Inmediatamente después, los meteoros brillan hasta disolverse por completo o, si son lo suficientemente grandes, explotan, lanzando diminutos fragmentos que excepcionalmente pueden llegar al suelo.

Cuando ves estrellas fugaces

La vida cotidiana, tan agitada y demasiado a menudo concentrada en la Tierra, no siempre nos permite darnos cuenta, pero pequeños fragmentos de rocas que vagan por el espacio se encuentran con nuestro Planeta todo el tiempo. En los párrafos anteriores, sin embargo, hemos señalado que hay fechas más canónicas que otras para ver a las estrellas fugaces cruzar el cielo con su frenético juego de luces. Por supuesto, la referencia es a determinados periodos del año en los que la visibilidad es mucho mayor, como el 10 de agosto en la noche de San Lorenzo.

El fenómeno siempre se produce cuando la Tierra encuentra en su órbita fragmentos de cometas y polvo que se han quedado atrás en su "viaje", más cerca del Sol y de la Tierra. Esto ocurre varias veces al año, y las órbitas de estos cúmulos de escombros generan lluvias de meteoros que llevan el nombre de la constelación más cercana al radiante, el punto del cielo desde el que parecen llegar las estrellas fugaces cuando se ven desde nuestra perspectiva.

En San Lorenzo, por ejemplo, las estrellas fugaces llevan el nombre de la constelación de Perseo. En realidad, el paso de las Perseidas abarca un período aún más largo, desde finales de julio hasta finales de agosto, con un pico entre el 9 y el 13 de agosto de cada año. No sólo eso, sino que la llegada de las Perseidas, que se pueden ver orientadas hacia el noreste, es un fenómeno conocido desde la antigüedad. No es casualidad que durante el Imperio Romano su paso coincidiera con las festividades dedicadas a Príapo, el dios de la fertilidad: las estrellas fugaces eran consideradas el esperma del dios que fecundaba la tierra.

Actualmente, los estudiosos, y nosotros en consecuencia, sabemos que las Perseidas son restos dejados por el cometa Swift-Tuttle, que en ocasiones pasó cerca de nuestro sistema solar. El cometa fue descubierto por primera vez en 1862 por el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli, y cada pasaje, lamentablemente, tiene que esperar cientos de años: la última vez fue en 1992, mientras que la próxima no caerá hasta 2126.

Como ya se ha explicado, agosto no es la única fecha para los amantes de las estrellas fugaces. A principios de año, y más concretamente entre el 1 y el 6 de enero, con un pico el día 3 del mes, se produce de hecho la llegada de las llamadas Cuarentenas, que se originan en la constelación de Boote y están vinculadas a los fragmentos de un cometa, llamado C/1490 Y1, ya conocido hace medio milenio por los astrónomos japoneses y chinos. Saltando al mes de abril, entre el 19 y el 24, el cielo se iluminará con el paso de las Líridas, llamadas así porque proceden de una zona del cosmos situada entre las constelaciones de Lyra y Leo, en dirección noreste. La ocasión la ofrece de nuevo el paso del cometa C/1861 Thatcher, que se sitúa cada 415 años cerca de nuestra Tierra. La última tuvo lugar hace más de 30 años, en 1982.

Aún así, entre el 1 y el 8 de mayo, hay que recordar las Eta Acuáridas, vinculadas a la constelación de Acuario y a los restos del famoso cometa Halley. También entre mediados de julio y mediados de agosto, junto con las Perseidas, se pueden observar las estrellas fugaces llamadas Delta Acuáridas, también de la constelación de Acuario. Del 16 al 30 de octubre es el turno del enjambre conocido como las Oriónidas, fragmentos de la estrella Betelgeuse y procedentes de la constelación de Orión. Hasta finales de noviembre, las Oriónidas viajan junto a las Táuridas, procedentes de la constelación de Tauro, y las Leónidas. Las Gemínidas, por su parte, son visibles entre el 7 y el 20 de diciembre, y se observan como fragmentos del asteroide 3200 Faetón, que obviamente está pasando por la constelación de Géminis.

Cómo hacer fotos de estrellas fugaces

Ahora que sabemos cuándo podemos ver estrellas fugaces, es posible que queramos hacer fotos de tal espectáculo para compartirlo con los demás. Por desgracia, al ser de naturaleza tan efímera, son imposibles de capturar en pantalla con un simple smartphone. Por lo tanto, para fotografiar el pasaje es absolutamente necesario armarse de una cámara fotográfica que, con la ayuda de un trípode, debe colocarse en un lugar oscuro, lo más alejado posible de las fuentes de contaminación lumínica y de las luces difusas, especialmente las artificiales. Según los consejos de los expertos, el diafragma debe abrirse hasta su máxima extensión, el tiempo de exposición debe ser largo, mientras que la sensibilidad ISO debe ser alta para evitar que la imagen se arruine por el molesto ruido. Llegados a este punto, sólo hay que apuntar la cámara hacia el radiante, el punto del que parten las estrellas fugaces que queremos inmortalizar para siempre, y enfocar finalmente. Y no olvides pedir un deseo, que sigue siendo una tradición muy arraigada con orígenes muy antiguos.


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