La observación del cielo siempre ha sido una de las actividades más fascinantes para la humanidad. Y uno de los más populares. Uno que hace cosquillas a la fantasía tanto como a la curiosidad científica, y que nos ha llevado a estudiar las estrellas, los planetas y, por supuesto, la Vía Láctea. La Vía Láctea es nuestra galaxia de facto, cuyo nombre tiene sus raíces en la mitología, y que ha requerido el tiempo y los recursos de los estudiosos para comprenderla en su totalidad.
Ahora sabemos que la franja de cielo que miramos en la oscuridad es en realidad un conjunto de estrellas. No sólo eso, sino que gracias al avance del progreso tecnológico, conocemos su forma espiral, la llamada barra central, y el agujero negro que la rodea. Sin embargo, no todo el mundo sabe que este "trozo de cielo" aún esconde muchos misterios, que ejercen una atracción muy especial sobre los expertos.
Qué es la Vía Láctea: entre la ciencia y la mitología
Por definición, la Vía Láctea, del latín Via Lactea, es la galaxia a la que pertenece nuestro sistema solar. Para la ciencia, es "la galaxia" por excelencia: el nombre deriva, de hecho, de la palabra griega galaxias, vinculada a la palabra leche, utilizada en la época griega para designarla. Según los estudios más recientes, parece que desde un punto de vista puramente morfológico se trata de una galaxia espiral barrada, es decir, una galaxia que consta de un núcleo que a su vez está atravesado por una estructura en forma de barra de la que parten los brazos espirales, siguiendo un patrón logarítmico. Para simplificarlo aún más, podemos decir que todos los cuerpos celestes que vemos en el cielo, a excepción de las manchas difusas correspondientes a la galaxia de Andrómeda y a las Nubes de Magallanes, pertenecen a nuestra galaxia, la Vía Láctea.
Volviendo a la mitología griega, en una de sus muchas escapadas, Zeus concibió un hijo con Alcmena, un hijo que debía ser lo suficientemente fuerte como para evitar el predicho exterminio de dioses y hombres. Así, Alcmena dio a luz al famoso Hércules, para abandonarlo nada más nacer en un prado, temiendo la reacción de Hera, la legítima esposa del dios del rayo. Sin embargo, Hera encontró al niño en el prado y decidió cuidarlo y amamantarlo. El niño se aferró al pecho de la diosa con tal fuerza que Hera se vio obligada a retroceder: una salpicadura de su leche se dirigió al cielo, creando un surco de lado a lado. El semidiós permaneció inmortal, mientras que aquella mitológica salpicadura de leche en forma de raya siguió siendo visible en nuestro cielo, y se llamó Vía Láctea.
Deseando entrar en los "tecnicismos", y refiriéndonos a la astronomía observacional, el término indica la tenue banda de luz blanquecina de aspecto lechoso que atraviesa la esfera celeste en diagonal. Sabemos que está formado por las estrellas y la nebulosidad situadas en el propio disco galáctico. La Vía Láctea parece mucho más brillante cuando se observa en dirección a la constelación de Sagitario, donde, como es lógico, se encuentra el centro galáctico. Este lugar, lamentablemente, no es visible debido a la absorción de la luz por el denso polvo en esa dirección.
No es raro referirse a nuestra galaxia como una Galaxia, con G mayúscula. La motivación se encuentra en la propia etimología del término, teniendo en cuenta que, como ya se ha dicho, Galaxia significa lechosa en griego. A lo largo de la historia, muchos mitos y leyendas han pintado páginas y mentes en un intento de explicar el origen de la Vía Láctea. Desde la citada leche de Hera hasta el etéreo Ganges de la India, pasando por las imágenes descritas por Demócrito y los astrónomos árabes, que se dejaron cautivar por esa misma estela de estrellas lejanas reconocida como tal por Galileo Galilei y, sólo más tarde, por eruditos y filósofos como Immanuel Kant, William Herschel y Lord Rosse.
Sin olvidar también la visión del pueblo chino, que interpretaba el cuerpo celeste como un río en el que las estrellas eran peces que escapaban de la Vara Celeste, la luna creciente. Los habitantes de Siberia, por su parte, estaban convencidos de que el cielo estaba partido en dos y que la franja más brillante era la soldadura que lo mantenía unido.
Con la ciencia moderna, por interesante que sea, estas perspectivas han sido mejoradas, si no superadas, con el término Vía Láctea que ahora se refiere exclusivamente a la estela luminosa observable en el cielo nocturno. En la ciencia, especialmente en los países anglosajones, sería preferible utilizar el término Galaxia de la Vía Láctea, o alternativamente Galaxia, con mayúscula, para referirse a la galaxia en su conjunto. En cualquier caso, el nombre de Vía Láctea sigue siendo el más extendido y comúnmente aceptado para toda el área galáctica.
Descubriendo la Vía Láctea: tamaño, edad y composición
La Vía Láctea, si tenemos en cuenta su disco estelar, tiene unos cien mil años luz de diámetro y mil años luz de espesor. Si alguna vez se ha preguntado cuántas estrellas existen realmente en la Vía Láctea, debe saber que su número nunca se ha establecido definitivamente. Algunos estudiosos hablan de unos 200.000 millones, mientras que otras fuentes sitúan la cifra en unos asombrosos 400.000 millones.
No sólo eso, sino que observaciones bastante recientes han llevado a la hipótesis de que el disco gaseoso de la Vía Láctea tiene un grosor de doce mil años luz, lo que supone exactamente doce veces más de lo que se había estimado anteriormente por la comunidad científica. La edad de nuestra galaxia es mucho más difícil de determinar. La edad estimada de la estrella más antigua conocida en la Galaxia es de unos 13.700 millones de años, una edad no muy diferente a la del propio Universo.
Pasando al plano de su composición y estructura, como ya se ha mencionado en los párrafos anteriores la Vía Láctea es una galaxia espiral barrada, es decir, formada por un núcleo central, llamado bulbo, que está constantemente atravesado por una estructura en forma de barra. Ésta está compuesta por estrellas evolucionadas rodeadas principalmente de gas y polvo, y de ella se ramifican lo que parecen cuatro estructuras espirales logarítmicas, con una inclinación de unos 12 grados, sobre las que se disponen las formaciones estelares más jóvenes.
Además, hoy en día estimamos que la forma de toda la estructura de la Galaxia es un disco aplanado, llamado por los expertos ecuador galáctico o plano galáctico, con un abultamiento central muy evidente, que lo caracteriza en las imágenes que han llegado hasta nosotros. Como si fuera una especie de molinete. Por lo tanto, hay dos brazos principales, a saber, el brazo de Perseo y el brazo del escudo cruzado, y dos brazos complementarios, a saber, el brazo del cisne y el brazo de Sagitario, todos ellos originados en el centro de la galaxia, con algunos brazos secundarios que se ramifican a partir de los mayores.
Cómo ver la Vía Láctea
Según el hecho de que la gigantesca Vía Láctea, que llena el cielo de miles de estrellas, es ampliamente visible a simple vista, a continuación descubriremos cómo disfrutar mejor de este increíble espectáculo de la naturaleza. En primer lugar, es importante estar en un lugar bastante oscuro y aislado: si estamos en el hemisferio norte, debemos mirar hacia el sur; si estamos en el hemisferio sur, debemos mirar directamente por encima de nuestra cabeza. Los estudiosos también nos aconsejan que intentemos ver la Galaxia por excelencia entre los meses de junio y agosto, los mejores para apreciar todos sus matices, juegos de colores y variaciones de brillo. Además, es preferible empezar a observar el cielo al menos dos horas después de la puesta de sol y no más tarde de dos horas antes del amanecer, para evitar que el cielo sea demasiado brillante, mientras que sigue siendo fundamental, como en el caso de las estrellas fugaces, elegir un lugar sin contaminación lumínica como punto de parada para su excursión nocturna. La luz artificial de los edificios, los coches y las carreteras puede impedir que veamos bien las estrellas que componen la Galaxia.
En consecuencia, es preferible elegir zonas alejadas de los núcleos edificados, sobre todo los más grandes, tal vez lugares de campo, pero también reservas naturales, desiertos y otras zonas deshabitadas, no atravesadas por carreteras principales. Dado que la Vía Láctea siempre aparece en el cielo del sur, debemos dirigirnos al sur de cualquier gran ciudad para evitar que la luz artificial interfiera en nuestras observaciones del cielo nocturno. Existen otras medidas para garantizar una visión perfecta. En primer lugar, debemos elegir una noche que no sólo esté libre de nubes, sino también una en la que la Luna no esté presente, la nueva o la creciente deberían servir.
Tampoco hay que subestimar el "alcance" de nuestros ojos, ya que primero debemos acostumbrarlos a ver en la oscuridad. Para ello, es necesario dejar pasar unos 20 minutos sin utilizar ningún instrumento que genere luz, como una linterna o nuestro smartphone. Por último, para localizar el núcleo de la Galaxia, es decir, el cúmulo de estrellas más denso que hay en ella, un método eficaz es enfocar nuestros ojos en el horizonte, justo hasta su borde más lejano.